En apenas el tiempo que transcurrió en ese trayecto de metro y acceso a la terminal nos dio tiempo a contarnos multitud de cosas ( o más bien a ella): su procedencia y destino, Argentina, el motivo de su viaje, su actividad profesional relacionada con el mundo artístico y creativo de fotografía y teatro, sus contactos en Madrid durante esa breve estancia, sus proyectos, y hasta un pequeño "hilo" de conexión para una futura comunicación que no llegué a apuntar.
Y hoy, pasado el tiempo, recordé ese personaje fugaz arrastrando toda una vida en un gran "cajón" con ruedas en el que llevaría cerrado bajo llave sus ilusiones y enseres.
Y reflexiono sobre las maletas y "mochilas" que cada uno de nosotros a lo largo de la vida tenemos que hacer y arrastramos o llevamos sobre las espaldas. Unas más ligeras. Otras con una carga insoportable que ni las ruedas facilitan nuestras maniobras decisorias.
Y pensaba en las pantallitas de destino similares a las existentes en los aeropuertos que marcan nuestro destino temporal o definitivo...
Y recordaba a aquella mujer de maleta gigantesca arrastrando sus sueños ( porque así lo resumió).
Y la recordaba por las especiales circunstancias de aquellas fechas...porque apenas 20 días después, prácticamente todo el planeta nos vimos sorprendidos y encerrados por el/la Covid 19.
Confío, espero y deseo que su destino no se viera torcido por ese maldito virus, y que a fecha de hoy continúe llenando de ilusiones el gran hueco que arrastra su vida.
Y especialmente ese recuerdo de un 24 de febrero de 2020 y la simbología aquí plasmada, me lleva a recordar el triste aniversario de una invasión territorial injustificable, inhumana, intolerante e irreflexiva de muerte y destrucción, que obliga a muchos ciudadanos ucranianos a escapar del horror y llevarse la vida...en una maleta.
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